
El trabajo nunca había sido una prioridad en mi vida. Afortunadamente, en mi niñez, nunca me faltó nada. Mi mamá, aunque fue madre soltera y nunca recibió apoyo de mi papá, siempre pudo sacarnos adelante a mí y a mi hermana con ayuda de mi abuela.
No todo fue color de rosa, pues hubo épocas en las que por desempleo, nos costaba más trabajo comer y nunca me di cuenta cuando era niña, pues mi mamá algún día me dijo que ella prefería darnos de comer a mí y a mi hermana y quedarse con hambre.
Desde 2013 hemos tenido más malas rachas que buenas: mi mamá estuvo desempleada por 4 años y yo, tuve que salir de mi privilegiada prepa de paga a una pública. No me quejo, la verdad estar en la preparatoria abierta me enseñó muchísimo a manejar mi tiempo y trabajar por mi cuenta. Sin embargo, a pesar de que presencié en primera fila el sufrimiento diario de mi mamá en su búsqueda de trabajo sin éxito, esto nunca me hizo pensar en qué haría yo de estar en esa posición… hasta que llegó el año 2020.
Llegó la Pandemia.
Llegó la pandemia de la COVID-19 y yo estaba a meses de graduarme de la universidad. A pesar de que de 2017 a marzo de 2020 tuvimos una buena racha económica, no vi lo que se nos venía encima. Ese corto periodo no tuve la necesidad de buscar trabajo, pude enfocarme en acabar mis estudios y concentrarme al cien. Cuando llegó el momento de graduarme, tampoco tuve necesidad real de buscar trabajo, mi mamá me dijo que me ocupara en terminar mi tesis sin preocupaciones, y lo hice.
A lo largo de mi carrera siempre tuve buenas calificaciones, salí con 9.4 de promedio y pensé que con eso sería suficiente y bastaría para encontrar trabajo, qué ilusa fui. Mis pocas habilidades sociales eran las que tendrían mayor peso a la hora de presentar entrevistas laborales, no mi promedio. A nadie le importa un 9.4 si no sabes dar una buena presentación, comunicarte o si tienes pruebas en el mundo real laboral.
Y tal vez te preguntas, ¿nunca hiciste prácticas? Si y no. Estuve de “practicante” en la misma universidad en la que estudié. Pero no aprendí realmente cosas relacionadas con mi carrera, me llevaba tan bien con las personas con las que trabajaba que me permitían darme el lujo una vez más de “enfocarme en mis estudios” que aprender cosas nuevas. Pero de nuevo, no me quejo, me encantó mi tiempo ahí y gracias a esto, una persona que ya de por sí era un buen amigo se convirtió en mi mejor amigo y pareja.
¿Y qué pasó después? Pues nada. Llegó la graduación (que no hubo por pandemia), llegó el momento de hacer mi currículum, se avecinó el momento de hacer entrevistas, y, por ende, llegó el momento de la lluvia de mails de rechazo.
Desempleo una y otra, y otra vez más…
De 2020 a 2022 he estado en 3 lugares oficialmente, pero para esto, ¿sabes a cuántos lugares donde “cubro el perfil” me he postulado?, ¿sabes cuántas cartas de rechazo recibí y no recibí? Sí, a veces ni te avisan qué onda y no queda más que sumergirte en un mar de preguntas y comentarios como: “¿qué hice mal?”, “es que no debí decir eso”, “¿por qué respondí esa debilidad? me hizo ver torpe”, “No les caí bien”… y más que sólo fomentaron mi ya de por sí baja autoestima. O gente que te dice que eres “finalista” y al final ni un adiós hay. Trabajos en los que te piden escribir artículos, realizar gráficos, videos… como veinte mil pruebas para que al final no seas la persona indicada. Y para ser honesta, cansa y abruma todo esto.
En noviembre del año pasado me postulé a una empresa que se veía interesante. Algo de “asistentes virtuales” que me llamó demasiado la atención pues es trabajo remoto, te acomodan en empresas norteamericanas, todo es en inglés y la paga en dólares (¿interesante no?). Y después de varios filtros, ensayos, videos y entrevistas, quedé en la empresa. Pero para no hacerte el cuento largo, después de 5 meses me despidieron. ¿Qué pasó? “eras genial, trabajadora y organizada. Pero el cliente decidió no trabajar más contigo y bueno… nosotros igual, ¡suerte!”.
¿Cómo creen que me sentí? Devastada. Mi primer trabajo oficial en una empresa grande, mi jefa era espectacular, una buena líder, aprendí demasiado y casi cada semana me felicitaban por algo. ¿Entonces qué pasó? No sé. Las cosas pasan por algo, ¿no? No sé tampoco. Sólo sé que estoy desempleada de nuevo y me toca enviar currículums, recibir cartas de rechazo, hacer entrevistas que me ponen los nervios de punta y hacerme la fuerte.
Dicen que perder el trabajo es un duelo…
La Búsqueda de Trabajo.
Todavía no pasa ni una semana pero al haber durado tan poco, siento como si estos 5 meses no hubieran pasado y hubiera sido un buen sueño del que me estoy levantando y no quiero. Me he levantado pensando “¿en qué fallé?”, “¿qué hice para que me dejaran ir así?”, “¿nunca les importé?”. Pero por más razones que busque jamás sabré. Me dieron una carta de recomendación llena de halagos… ¿entonces por qué no estoy trabajando con ellos si dicen tantas cosas buenas de mí?
Me siento sin energía, sin fuerzas… como si un camión me hubiera atropellado, yo me hubiera levantado y así siguiera mi camino. Tal vez esto se lea dramático y en 2 meses lo lea y me de vergüenza ver cómo escribía en aquel entonces. Sólo sé que ahorita me queda no rendirme porque tengo que ayudar a mi mamá, y esa es la presión más grande que traigo. Siempre he querido ser como los artistas que, una vez millonarios, le pueden regalar una casa a su mamá. No sé si lo logre algún día pero ahora toca levantarme y darle. El desempleo es temporal, le pasa a todos. Pero eso no quita el hecho de que apeste.
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